El próximo día 17 de abril nos visitará un Cuentacuentos en la Universidad. Así que la profesora nos ha animado a que hagamos simulaciones de elementos que contienen el cuento para que se haga más divertido.Toda la clase nos hemos propuesto hacer adornos, de tal modo que a nosotras nos tocó hacer la tienda de la madrina. Decidimos hacer una especie de tienda-supermercado con materiales reciclados de todo tipo. Fue bastante divertido, por un instante nos sentimos como niñas.
¡Esperemos que les guste nuestra sorpresa!
PEPE MAESTRO:
Gran Cuentacuentos y titiritero
especializado en literatura Infantil y Juvenil , originario de Cádiz también
profesor de Filología Hispánica. Entre sus diversas obras, recomendamos: Alfonsina, Caperucita colorá, La caperucita gitana, Las habichuelas mágicas, Las 101 pulgas y El circo de Baltasar.
Nos ha llenado gratamente con su presencia hoy
en la Universidad. Con tono refinado y picaresco característico del andaluz nos
ha llenado de momentos divertidos, contándonos sus grandes cuentos,
deleitándonos con sus majestuosas palabras hasta el punto de emocionarnos
mediante la risa. Un grupo de niños y niñas del C.E.IP Atenea (Málaga) lo ha acompañado,
representándonos en teatro una de sus obras: Epaminondas, la obra desde nuestro
punto de vista ha sido representada desde la técnica y la gracia propia del
autor en voces , gestos y actitudes que los niños/as han representado .
A pesar de su corta edad, nos han sorprendido debido a la
gran interpretación que han tenido. ¡Muchas gracias por hacernos pasar una
buena tarde!
¡Muchas gracias por hacernos pasar una buena tarde!
Título: Epaminondas (adaptación del cuento popular Epaminondas)
Autor: Pepe Maestro
Editorial: Edelvives
Colección: Colorín Colorado
Lugar de Edición: Zaragoza
Fecha de edición: 2009
Epaminondas es un negrito, hijo de una
mujer negra tan pobre que, como no podía dar a su hijo más que el nombre, le
puso el más largo que encontró en el santoral.
La madrina es otra negra,
algo menos pobre que la madre; quiere mucho al negrito y le dice que vaya a
visitarla con frecuencia para, con ese pretexto, hacerles algún regalillo.
Un
buen día regala al negrito un riquísimo bizcocho, y le advierte:
-Llévalo
bien sujeto para que no se te pierda.
-Bien,
madrina –contesta muy contento Epaminondas.
Y
tanto y tanto aprieta la mano durante el camino que, cuando va a entregar el
regalo a su madre, sólo lleva unas pocas migas.
-¿Qué
me traes, Epaminondas?
-Un bizcocho, madre.
-¡Un bizcocho! ¡Válgale Dios! Pero, ¿qué manera tienes de llevar un bizcocho? ¿Quieres saber cómo se lleva? Lo envuelves muy bien en un papel de seda y después lo colocas en el ala del sombrero; te lo pones, y, muy despacito y derecho, para que no se te caiga, vienes tranquilamente a casa. ¿Has comprendido?
-Sí, madre.
A los pocos días vuelve a casa de su madrina, que
ahora le regala un buen pedazo de mantequilla para el desayuno del día
siguiente.
Epaminondas
coge la mantequilla y la envuelve con mucho cuidado en un papel de seda y la
coloca sobre el ala del sombrerón de paja; se lo pone en la cabeza y echa a
andar muy despacio, y muy derecho, para su casa. Es un
hermoso y caliente día del verano; el sol derrite la mantequilla, que va
cayendo en pringosos goterones por la cabeza y cuello del negrito.
Y cuando Epaminondas llega a su casa y quiere
entregar a su madre la mantequilla ya no queda nada y el cuello y la espalda
del niño parecen untadas de tocino.
La madre se lleva las manos a la cabeza al verle en
este estado.
-¡Dios mío! ¿Pero cómo se te ha ocurrido traer así la
mantequilla? Para conservarla bien debiste envolverla en hojas muy frescas y a
lo largo del camino ir refrescándola en todas las fuentes que encontrases. Sólo
así hubiera llegado a casa en buenas condiciones. ¿Lo has entendido?
-Sí, madre.
Y a la vez siguiente la madrina regala a Epaminondas un lindo perrillo. El negrito no lo piensa más; lo envuelve en grandes hojas de parra bien frescas, y por el camino lo va metiendo en todos los arroyuelos que encuentra, de manera que cuando llega a su casa el infeliz perrillo está casi muerto de frío y tiembla como la hoja en el árbol.
-¡Dios me valga! –exclama la madre-. ¿Qué traes aquí Epaminondas, hijo?
-Un perrillo, madre.
-¿Esto es un perrillo? ¿Y es así como lo tratas?
Un perrillo se lleva con una cuerda atada al cuello, y tirando de él con
cuidadito para que el animal ande. ¿Has entendido?
-Sí, madre.
Y cuando vuelve a casa de la madrina, la buena mujer le regala un sabroso pan, recién sacado del horno, crujiente y doradito.
Epaminondas le ata una cuerda, lo pone en el suelo y
vuelve a casa tirando de él, como le había dicho su madre que tenía que hacer
con el perrito.
-¡Dios mío! –grita la madre-. ¿Qué me traes aquí,
Epaminondas?
-Un pan que me ha regalado la madrina –contesta el niño
orgulloso.
-¡Epaminondas, hijo, serás mi perdición! No volverás a
casa de tu madrina ni te explicaré ya nada. Seré yo la que vaya a todas partes.
Al día siguiente la madre del negrito se prepara para
ir a casa de la madrina y antes advierte al hijo:
-Epaminondas, hijo, ya has visto que acabo de
hacer una hornada de seis pasteles y los he puesto sobre una tabla, delante de
la puerta, para que se enfríen. Vigila que no se los coma el gato, y, si tienes
que salir, mira bien cómo pisas por encima de ellos con cuidado.
-Sí, madre.
La madre se va y el negrito mira cómo se enfrían los pasteles y, como quiere salir, “mira bien exactamente cómo pisa encima de ellos” –uno, dos, tres, cuatro, cinco- y va poniendo los pies sobre cada pastel, convirtiéndoles en una confusa pasta.
La madre llega a poco... y nadie sabe todavía lo que
allí pasó, pero el caso es que Epaminondas no podía sentarse al día siguiente.